Hoy jueves, hace aquí en Sevilla un día luminoso y azul. Día
del Corpus Cristi, festivo en esta
ciudad. Yo lo he celebrado sin salir de casa haciendo de este día una
celebración personal que ha consistido en hacer únicamente aquellas cosas
imprescindibles para la subsistencia. Ya lo dije una vez en “Derrota de una reflexión”: “La gran
satisfacción de no peinarme”. Entiéndase como metáfora o como se quiera
entender. Pues eso. En el silencio he procurado masticar algunos pensamientos
para digerirlos mejor y, otros, han revoloteado como mariposas y han ocupado un
espacio cuya independencia me estaba vedada o, mejor, yo no quería insistir en
rescatarlos. Y hasta llegué a pensar que es necesario recurrir y trabajar ese
espacio cero, ese andén vacío del no pensar, para ver cómo los pensamientos
resbalan de la mente como por un imaginario trozo de seda sin hacerle el menor
caso, tan sólo sentir su caída como una liberación. Y quedarme ahí, sin
estrenar vestido ni zapatos, sin habitar calle, sino que, replegándome en mí,
me he visto desnuda de materia, desnuda de emociones, para que de algún modo, a
ser posible, el rum rum mental y el sufrimiento
que conlleva, se evapore aunque sólo sea por el mero hecho de intentarlo.
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