DESPLIEGA PESTAÑA

miércoles, 2 de mayo de 2012

EFRAÍN

Mi mejor amigo se divorcia. Me lo comunica a través del correo electrónico. No puede ser que Efraín se quede solo, solo ante su sentimientos, ante la vida, ante el desastre de no saber freírse un huevo. Me lo imagino llevándose las manos a la cabeza y musitando las palabras del perdedor. ¿Por qué a mí, Dios, por qué a mí? Medio calvo, y un tanto afligido, seguramente se buscará en el espejo para reafirmarse en que todavía le queda el sex-appeal más que suficiente para correr detrás de Cecilia y decirle que él la quiere, que todo puede arreglarse, que se lo ha pensado mejor y no va a estar de la noche a la mañana fuera de casa, que hará lo que ella quiera y cuando quiera. Pero, comprende que Cecilia no le hará ningún caso porque se ha enamorado de otro, de un hombre vulgar, del que dice que la comprende a las mil maravillas. ¿Y qué tendrá ese idiota, se dice Efraín que no tenga yo? Cuando piensa que los niños se van con ella, el coche, la casa y la mitad de casi todo, Efraín se desespera hasta la saciedad de la desesperación. Es cuestión de reciclar los sentimientos, hacer un largo viaje y escribir a los amigos nostálgicas tarjetas. A los niños le escribirá cartas llenas de cariño y de promesas. Se quedará a vivir en las antípodas de su país y buscará la felicidad como alguien que perdió lo más preciado de su vida.

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