Cuando
la hora nona, las campanas
anuncian, repitiéndose,
la primera llamada de la
luz
a las sombras.
Presagio de la fuga y de
la noche.
Las campanadas hieren
mi corazón herido.
¡Cuánta deslealtad para
el amante
por parte del amado!
Sobrevivo de nuevo a la
derrota,
y la luna se asoma a mi
delirio.
Una ráfaga invade los
senderos
con la canción de
siempre.
Y lates tú
en esa sinfonía
inimitable
de todos los confines
vespertinos.
Hablan de ti los sauces,
los magnolios,
las aves que regresan,
los espejos.
Allí donde me miro te reflejas.
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