Los
rostros de otros hombres te secuestran,
mas ninguno consigue en
su avidez,
ni siquiera imitarte;
pues tu figura alcanza en
mi memoria
intransferibles cotas de
misterio.
Así, cuando me miras, me
transformo
para ser tu objetivo
solamente
y entregarme de lleno a
tu pupila.
Tu pupila se esparce, se
dilata,
su círculo refulge, me
concita
a ser tan sólo espejo y
reflejarte.
Ahí, por un segundo, mi
retina
eterniza el impacto
doblemente,
que, aunque siendo fugaz,
se perpetúa
en tu mirada única.
No hay comentarios:
Publicar un comentario