DESPLIEGA PESTAÑA

miércoles, 7 de septiembre de 2011

EL CALOR DEL MEMBRILLO

La ciudad bulle y el calor se resiste como si el verano quisiera establecerse aquí perpetuamente. Dicen que es el calor del membrillo, ya que esta fruta madura así, a golpe de bochorno, a golpe de temperaturas extremas. No hay modos de hallar un poco de respiro ni brisa, de airecillo suave que abanique por entre las calles estrechas de una ciudad imposible. La gente ha llegado de fuera, del descanso y la playa y se lanza al asfalto con ganas de invadir las grandes avenidas, las glorietas, las plazas, los grandes almacenes. Al parecer se vuelve a la rutina, al trabajo de cada día. Los niños, a la escuela y las madres contentas. Busco lugar para aislarme un poco y pensar en este mundo hostil que se desmorona y nos cubre a todos con sus escombros. La iglesia está desierta a esta hora del mediodía, y, pido a Dios por esos emigrantes que cruzan el estrecho en pateras, por tantos desfavorecidos que claman un pedazo de pan. Y por nosotros, fieles al día a día, a la familia, al trabajo, refugiándonos en ese costumbrismo que nos lleva a la resignación y que nos impide volar sobre las propias cenizas que nos ataron los pies.






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